viernes, 13 de julio de 2012

La montaña



El niño empezó a trepar por el corpachón de su padre, que estaba
amodorrado en la butaca, en medio de la gran siesta, en medio del gran patio.
Al sentirlo, el padre, sin abrir los ojos y sotorriéndose, se puso todo duro
para ofrecer al juego del hijo una solidez de montaña. Y el niño lo fue
escalando: se apoyaba en las estribaciones de las piernas, en el talud del
pecho, en los brazos, en los hombros, inmóviles como rocas. Cuando llegó a la
cima nevada de la cabeza, el niño no vio a nadie.






-¡Papá, papá! -llamó a punto de llorar.





Un viento frío soplaba allá en lo alto, y el niño, hundido en la
nieve, quería caminar y no podía.



-¡Papá, papá!


El niño se echó a llorar, solo sobre el desolado pico de la
montaña.

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