
Había un templo escondido en el medio de la selva que nadie había logrado encontrar su ubicación. Una vez un explorador llego a sus puertas pero de tan deslumbrado que quedó con el hallazgo y con la magnificiencia de su arquitectura decidió quedarse allí para siempre. Un día mientras recorría sus recámaras encontró un pequeño cofre. Lo abrió y lo conmovió lo que allí había. De este modo, el explorador y el cofre jamás se separaron.
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