Cuenta la leyenda que en un país lejano de oriente existe una diosa que también fue mariposa. Esta criatura, hermosa desde su nacimiento, tenía alas del color del tiempo y mientras volaba por los jardines de la eternidad las rosas, las violetas, las turquesas y los tulipanes florecían en su nectar.
Una tarde en la que el zorro gallo no cantó (Los gallos cantan por las madrugadas, sus primos lejanos en cambio lo hacen al atardecer) la diosa mariposa fue invitada por un hermoso príncipe a danzar en el bosque. La música era embriagadora y la diosa junto a su príncipe daban vueltas y vueltas muy felices. Pero el principe no resultó ser tal cosa. En realidad era un zorro gallo que mediante un hechizo se había transformado con la intención de seducir a la mariposa y jugarla una mala pasada. Sin embargo, no contó con el encanto y la belleza que una criatura tan celestial podía ocasionar. Entonces, cuando estaba muerto de amor, la mariposa diosa que también era mujer le dijo:
-Viejo zorro, quisiste burlarte de mí y ahora te dolerá el corazón
precioso!
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